El retrato para mostar el alma de las personas

Entrevista completa

¿Quién es Montse?

Montse González es una informática, apasionada del arte desde que era muy pequeña. Siempre estuvo rodeada y muy influenciada, de la disciplina de la pintura; hasta que su marido la introdujo en el mundo de la fotografía. Cambió sus colores por la cámara y el ordenador para editar. Al ser la fotografía su pasión, probó varias disciplinas dentro de esta, pero sin duda alguna se enamoró de la fotografía de retrato y el fotorreportaje de viajes.  

Ella explica que la fotografía es un medio de expresión, un medio para contar una historia a través de una cámara; por lo que el retrato es su medio de expresar y demostrar el alma de las personas y el fotorreportaje es aquel que le permite compartir una cultura y hacer que otros se deshagan de los prejuicios, como lo hace ella. Para capturar esa alma, ella nos desvela que el secreto está en entablar una conversación previa al shooting, con el propio modelo. Es verdad que el estilo de foto cambia según la finalidad y el lugar, porque en street un robado tiene una esencia que solo ves tú en un momento determinado y el pedir permiso muchas veces rompe el momento y la magia. Pero el empatizar con la historia de la otra persona, brinda la oportunidad de conocerla más, ver desde otro punto de vista aquello que quieres mostrar y que la propia persona se sienta cómoda.  

Otro de los trucos que quiso compartir con nosotros, es que, como fotógrafos de retrato en estudio, deberíamos ser el espejo de la modelo. Muchas veces cuando queremos una pose en concreto, de tanto dirigir a la persona a viva voz, acaba reflejando una situación forzada, fría e incómoda; mientras que el demostrar cómo es la pose, le da una línea general a seguir y con su naturalidad, expresa una situación pensada pero cálida. 

Montse es además la primera mujer presidenta de la Confederación Española de Fotografía. Este título se lo dieron gracias a su esfuerzo y dedicación. Todo comenzó por ayudar con temas informáticos a ciertos miembros de la conferencia y en 2021, la nombraron dirigente del área de formación que se impartirá en España.  

La confederación en sí se encarga de organizar y coordinar las federaciones y estas a su vez coordinan las entidades o asociaciones y está a sus socios. Por lo que hay una implicación por activa y por pasiva, por parte de todo el mundo. De manera que en cuanto a los jóvenes respecta, la Confederación empieza por involucrarse y potenciar la motivación a participar en actividades, a asociarse a federaciones, a entidades; motivación por pertenecer a un grupo de personas con un mismo objetivo y entorno. El pertenecer a una asociación, como joven fotógrafo, gratuitamente, te permite participar en múltiples actividades como: concursos internacionales y nacionales, ligas, cursos y grupos de distintas disciplinas, adquirir distinciones dentro de las distintas disciplinas, crear tu propia exposición, hacer publicaciones de una revista o de un libro etc.  

La fotografía dispone de una amplia gama de disciplinas, no te cierres en una sola, sal haz fotos, no dejes nunca de hacer fotos; pero sobre todo ponle corazón a todo lo que haces. Las personas somos unos ligeros aprendices.

AMAZIGH

Hemos tenido el placer de que comparta con nosotros uno de sus últimos trabajos “Rostros en el desierto” 

La colección AMAZIGH, nace fruto de nuestro viaje realizado a Marruecos en el 2020 y que nos dejó incomunicados con dificultades para regresar a España, el mismo día que se declaraba el estado de alerta en España debido a la pandemia mundial COVID21, y Marruecos cerraba sus fronteras con España. En dicho viaje convivimos con el pueblo Bereber o Amazigh, así como con una familia nómada en el desierto de “Erg Chebbi”, Erg (región arenosa), en Merzouga cerca de la frontera con Argelia, es un desierto considerado del Sáhara aunque no forma parte de él. 

El clima árido y las temperaturas extremas que se viven en el desierto (hasta 50º y mínimas 5º), se reflejan en la piel de este pueblo. El pueblo Amazigh, también llamado vulgarmente Bereber, es un pueblo inmensamente generoso y hospitalario. Realmente Bereber significa salvaje, bárbaro, por tal motivo ellos prefieren que les llamen Amazigh, etnia perteneciente al norte de África. 

Las imágenes que ilustran el artículo se ve a una madre con un bebe de escasos 10 días de edad. Les caracteriza sus vestimentas altamente coloridas, que contrastan con el desierto anaranjado. Viven humildemente en una casa pequeña de fuertes telas y pieles, de tal modo que cuando cambien de ubicación puedan ser transportadas. Se sitúan al lado de un pozo, hasta agotarlo y viajar en busca de otra fuente de agua permanente. Disponen de su propio alfabeto y su propia lengua “amazigh

No viajamos para escaparnos de la vida, viajamos para que la vida no se nos escape. Viene como anillo al dedo, con la experiencia vivida en pleno corazón del Sáhara.

También apreciamos a un pequeño, que acompaña una naranja a modo de juguete, y por las proporciones podemos adivinar las dimensiones del pequeño, que iba completamente descalzos y corrías por el terreno lleno de guijarros , como si llevaran puestas unas zapatillas de deporte. 

En la imagen del niño con túnica anaranjada de fieltro, vemos esa postura desafiante y amenazadora tal vez, y tras preguntar a nuestro traductor, cuál era el motivo, nos vino a decir algo así como que el niño no quería más fotos.

Además de llevarles productos de primera necesidad y algún que otro dulce, los niños se enamoraron del trípode de Jesús, y aunque tal como advertían sus bailes alrededor del trípode, como si del descubrimiento del fuego se tratara, se percibía que posiblemente era la primera vez que habían visto algo parecido, su disputa para conseguir tan ansiado trofeo, como se puede ver en la imagen final, lo consiguió el hermano pequeño. Hermanos de padre, pero no de madre, ya que en el campamento vivían el padre y sus dos mujeres. Una de ellas se dedicaba a pastorear, mientras la otra, que es la madre con el bebé recién nacido, se encargaba del cuidado de los pequeños. 

Una experiencia sin duda inolvidable, el poder convivir con una familia de cultura y religión completamente diferente a la nuestra y que nos enriquece el alma.